Ficus, Drive my car, el enemigo y Villaviciosa

A mis ficus, que son como seres vivos que no se quejan (un alivio) les ha entrado una mosca blanca que les refriega la savia, se les han caído las hojas, no hice nada diferente hasta ese momento, pero los químicos que limpiaron la fachada del edificio han debido de soltar algunos gases maléficos, un día vi gotículas invadiendo la terraza, tiene que ser eso, que quizá les hayan bajado la inmunidad, como un herpes vegetariano, aunque jamás lo sabré, pero hay que seguir, como Watari y Kafuku en Drive my car, película que nos confirma definitivamente que probablemente quien mejor entienda las penas sea Dios, qué película, qué exceso, gracias, como gracias a Jon Juaristi por recordarme que los enemigos se gestan artificial, premeditada, y concienzudamente (quien tenga lo anterior al adverbio) con ropas e historia (solo hay que determinar el punto cronológico exacto del héroe, todos tenemos uno), como revelador descubrir que no hay cosa mejor que recrearse sobre la jubilosa recuperación del vicio bueno, esta mañana, mama, de rebote en una de mis lecturas matinales encontré que las Villaviciosas de España remiten a abundancia y no a defecto o flaqueza, o deficiencia, si no, a ver, de qué las Villaviciosas de España, Villaviciosas vendrían a llamarse…

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