Verbalmente, una película frenética, qué difícil resulta el español de Méjico a pie de calle para un español que habla español de España. En su salsa, como Dios lo trae al mundo, a la proliferación de esa jerga de barrio rimbombante se une la atronadora capacidad del mejicano para condensar palabras en fracciones temporales mínimas. Es imposible, pero habría que contextualizarlo para no perderse una palabra, es decir, vivirlo, solo en ese caso el espectador, siempre atento a lo figurativo (bandas, barrios periféricos, desigualdad, contrabando, la propia estética racial) podría entender plenamente la película, y me refiero a entender como sentir, poniéndose en la piel de cada uno de sus protagonistas.

Publicado por Segundo Villanueva

Escuela para la enseñanza del Español como Lengua Extranjera en Brasil

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