El día de Navidad es el mejor del año, tenue y bondadoso como una madre, un oasis de silencio y corazón recogido sin ninguna artimaña humana, momento de constatar que a pesar de todo hay algo que no se puede explicar y que tiende a superarnos reuniéndonos en un prolapso de calma aparentemente infinita.  En clave mundana, nos recuerda también que a pesar de nuestras cuentas circunstanciales hay cosas más importantes que superan las tablas de multiplicar.

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