Deprisa, deprisa

Confieso que no me gustó al principio y luego no paro de pensar en ella como un fogonazo al atardecer en los años 80, donde los recuerdos se desenmascaran inútiles y en forma de cromo, inanes y principalmente sabrosos, quizá porque los rostros del filme me parecen familiares, las calles las vi, sentí esa historia en vida, o quizá porque sea una película al alcance de muchos, la peor de Carlos Saura, la que todos hubiéramos filmado.

Lo que veo desde mi ventana

Decía Caballero Bonald que su patria era definida por lo que veía a través de su ventana.

Naturaleza, información, espiritualidad, familia, creatividad, imagen, luz, música, lectura, la inconsistencia de la ciudad difuminada a través de una claridad explotada a través de los cristales.

Lo que conforma la mía se encuentra reunida en este toril, como el mondongo de un chorizo recién.

Kràmpack

Quizá sobresalte a más de alguno la sugerencia de algunas escenas, pero están tan delicadamente bien tratadas, que como que no.

Asunto peliagudo tratado con flor, justo lo contrario de lo que ocurre hoy, en donde los excedentes vitales nos acucian por el afán desmesurado de problematizar todo (y gritar, insultar).

No hay asuntos importantes en nuestros tiempos, los debemos llevar a la hipérbole para encontrar nuestro lugar bajo el sol.

Kràmpack es una película de verano rodada en una ciudad de verano con un argumento de verano, y con unos actores de verano.

Todo está tan bien dicho que nada escandaliza, es como beberse un zumo de naranja al final del día después de haber tomado el sol sabiendo que septiembre llama a la puerta y la vida sigue.

Juicios anacrónicos y dislocados

Decía el filósofo arrebatándole la frase a la Biblia que cuidado con el virtuoso.

¿Es posible juzgar el pasado desde hoy? ¿Y desde aquí?

Existe una visión centrípeta y ensimismada para negar la historia, sospecho que es por pereza, y a la que algunos denominamos tradición.

Establecer una tabla rasa con el pasado implica excesos, y a veces ridículos, y pueden generar anomalías múltiples como la revisión ideológica del lenguaje con su consecuente manipulación y magia, la censura del arte, o la problematización o letargo nominal de la realidad.

¿Cuáles son los verdaderos intereses del hombre?

¿Al final, quiénes van a mojarse el culo?

Los juicios anacrónicos y dislocados plantean al superhombre ubícuo, como múltiples mesías, su trampa está muy clara porque el hombre es de donde está, primero, y en segundo lugar, la vigencia de los valores se limita a un espacio temporal, que al igual que cambió, cambiará, este debe ser el momento de recomposición o inflexión mesiánica, como la historia juzgada por los virtuosos contemporáneos.

Censura, insultos y fake news

Existen tres realidades.

La que nos cuentan, la que vemos y la que es.

La que nos cuentan obedece a sus intereses.

La que vemos obedece a los nuestros.

Y la que es, no la conoce nadie, es mejor ni pensarla, porque mezcla la segunda y dispara contra la primera.

Delante de este panorama triplemente complejo existe un fenómeno muy antiguo, actualizado, como la prostitución, que es la censura, y se trata, entre otras cosas, de señalar con el dedo al que le parece que lo que nos cuentan solo obedece a los intereses de quienes lo cuentan.

Normalmente lo que nos cuentan viene gritando, es moda y va la vida sobreactuada.

El dedo son insultos históricos, episodios poco lúcidos llenos de muertos.

Cuando a uno le llenan de muertos por defender sus intereses contra los de los demás, sin mostrar mucha más ambición que la de sobrevivir un día sí y otro también, viene la fake news, que es la Santa Inquisición de los libros.

Dime cómo me insultas y te diré quién eres.

Con prudencia, sin miedos, la vida continúa en EspañaAquí.

Es lo que hay.

Seguir los consejos de las autoridades manteniendo un espíritu positivo para reinterpretar nuestra vida significa adoptar una actitud valiente delante de la amenaza.

Por el contrario, sucumbir a la irracionalidad del miedo es dotarle de un inmenso poder.

Me gustaría agradecer a todos los alumnos valientes que continúan con EspañaAquí y que aún a sabiendas que el contacto personal, inviable por ahora, puede ser más ameno, que no más productivo, han decidido enfrentar la incógnita del futuro haciendo un análisis cabal de las posibilidades que las nuevas tecnologías nos ofrecen.

Vamos, juntos, vendrán tiempos mejores y seguro que después de esta, ya será muy difícil que haya algo que no conozcamos de vosotros, y vosotros de nosotros.

Seremos mucho más amigos y humanos, profesores y alumnos.

2o

Diálogos brasileños. Diálogos españoles

La observación de los tiempos en los diálogos, el vacío entre la articulación de un mensaje por parte del interlocutor y la respuesta producto de un feed-back necesario que muestre la sensación educada de escucha y asimilación del contenido informativo de la otra parte es un canon de comportamiento conocido y elemental para los brasileños.

Habría que explicar por qué un brasileño se mantiene impertérrito ante la alocución de su interlocutor y pacientemente espera que se agote el mensaje para enseguida completar el continuum comunicativo con su propuesta informativa, que es respetada con la misma paciencia canónica y disciplinada del momento anterior.

En otra ocasión lo intentaré.

Contrariamente, el español avanza en el proceso cognitivo del interlocutor superponiendo su argumento, tapando y cortando su cadena argumentativa y lógica, disminuyendo poco a poco la magnitud de las frases de su interlocutor, inconscientemente.

Persigue irremisiblemente y con la máxima premura la monopolización de la gestión de la idea, al menos aparente, que no es otra cosa que la consecución de su idea o prejuicio original.

Lo importante para los españoles no está en el proceso, sino en el desenlace, no en el lento, cadencioso y disciplinado hábito del diálogo.

La concreción del proyecto es infinitamente superior en importancia a los cánones disciplinarios de la puntualidad, del horario, del diálogo excesivamente “demorado” sometido a pautas rígidas de silencios-réplicas-contrarréplicas etc (observar los debates gubernamentales brasileños en la televisión).

El español ansía llegar al final, realizar, concretar el proyecto y colocar la máquina operativa en marcha lo antes posible (antes incluso de sopesar la adecuación o inadecuación de su estrategia).

El volver atrás por una mala planificación forma parte del juego del riesgo empresarial. Esto no cabe desde el punto de vista metódico anglosajón o brasileño, más racional, pero menos ágil, según ellos.

Lógicamente cuando al brasileño se le corta continuamente en sus discursos, considera que quiere ser “orientado ” o convencido, y que en realidad no se perfecciona el acto del intercambio de información o del diálogo.

Juzga al español irritante, pesado, no respetuoso, apresado y maleducado.

Al mismo tiempo, el español “nota algo raro” en la parsimonia de los diálogos y en los abismales silencios que surgen en cualquier tipo de interlocución.

Los silencios, cuando se espera una batería argumentativa expelida de manera más o menos violenta (desde el punto de vista dialéctico), además de sensación de lentitud, produce desconfianza.

Aínsa, pueblo bonito

Aínsa é um vilarejo no coração dos Pirineos beirando o Parque de Ordesa, e está totalmente construído em pedra, chama a atenção sua cor preta e o calculado das suas ruas. 

São duas vias que desembocam na praça principal, provavelmente uma das fotografias mais famosas desse enxame de cidadezinhas minúsculas e encantadoras que semeiam a Espanha. 

 Uno de los pueblos mais bonitos de España, avisa um cartaz assim que você chega em Aínsa. 

No horizonte, no alto ou como você quiser, os Pirineos aparecem imponentes avisando que os invernos rigorosos confluem neste vilarejo para proporcionar tardes de comida quente, aconchego, paz, natureza, intimismo e beleza pura. 

 Na fotografia pode-se observar como as pessoas almoçam tranquilamente na rua, processo que invade a nossa Sala de Convívio e parece que o grupo se integra conosco unido por uma mão que misteriosamente aparece no canto superior direito que pendura a letra A, a palavra, a nossa vida. 

Los alimentos de la tierra

De la tierra se obtenían lechugas, tomates, pimientos, alubias, garbanzos, escarolas, trigo, cebada, manzanas, peras y otros alimentos. La tierra ponía su espalda reproductora y los hombres, puro instinto, se encargaban de hacer el resto. Le metían la semilla en el momento de máxima fecundidad, y de repente allí empezaba a brotar una vida incierta que se convertiría después de la estación en suculenta verdura adulta. Esos alimentos eran fruto de una relación especial entre el hombre y la naturaleza, tanto es que, uno hasta pudiera decir que las lechugas, las escarolas y los manzanos tuvieran registro de nacimiento y personalidad.

– Tengo unas lechugas…
– Sí, ya las he visto.

El hombre volvía a casa con las manos mojadas y la lechuga gorda ,y la ponía encima de la mesa todavía con restos de tierra. Era una lechuga compleja, más que una lechuga, como un hijo lechugón, un troncho verde y acuoso recuperado de la espalda terrenal que vino al mundo con amor. La lechuga de la tierra del hombre, esa partitura de hojas arrugadas, ese cogollo de afecto, era un patrimonio como otro cualquiera, como la casa, el vehículo de locomoción, una mesa de madera maciza o la ropa. La verdura que se le escapaba a la tierra por encima y que el hombre la cultivaba para llevársela a casa, formaba una comunidad de seres vivos y frescos, una representación con nombres y apellidos de una familia heterogénea pero familia al fin y al cabo, un universo lleno de modélicos padrones de crecimiento.

– Qué cogollo.
– Buenísimo.
– Menos mal que lo regué el sábado.
– Estaba con sed.
– Si me descuido un día más.
– La puta de bastos, qué bonitos están.

El amor de lechuga predestinaba que el universo del hombre fuera equilibrado y las circunstancias que rodeaban el hábitat natural de su vida tuvieran eco en cada recoveco del Pueblo y también en los vacíos que dejaban atrás las manecillas del reloj. La espalda de la tierra era la fortaleza y su amparo, el puerto seguro donde las cosas se mostraban como tales, lejos de la complejidad retórica que parecía mostrar la Ciudad. La retórica era el miedo. El cielo, la tierra y el Hombre, la vida.

El Hombre de pueblo había nacido del suelo, aprendido a subsistir en el suelo y también volvía al suelo para regatearle los placeres de la vida. Los placeres de la tierra eran placeres que venían dados, de partitura, pero que soltaban un jugo tan suculento como aquellos que normalmente los hombres de Ciudad procuraban buscándole las cosquillas a la sucesión de días monótonos y resabiados.

Al final del día, normalmente los fines de semana, a los lomos de la tierra, el hombre le calzaba una parrilla y le ponía costillas de cordero, longanizas o caracoles de cuneta, por poner un ejemplo (los caracoles de cuneta salían de la cuneta cuando llovía. Se les ponían los cuernos erectos y entonces el Hombre los metía en un rastrillo, los dejaba a dieta dos ó tres días para que se limpiasen de impurezas y luego los abrasaba en martirio en una parrilla llena de grumos de sal).

El suelo crepitaba y la tierra obligada se revolvía. El hombre se consolidaba y la sucesión de los días era como tenía que ser, como el traquetreo de los trenes, largo y portentoso, lleno de retos y pruebas, amplio y acongojador, aunque varado en las vías imperturbables y férreas, catalizadoras de las cosas, simples, austeras y apasionantes.

Cuando los pueblecitos de España encienden su luz…

Los pueblos de España pueden encenderse la luz al final del día para que las paredes de sus casas adquieran la tonalidad tierra o piedra que los caracteriza, sus luminarias amarillas alumbran el cobijo y nos recuerdan que en la calle hace frío pero no se está mal, quizá el frescor voluptuoso de febrero, que da los más bellos, límpidos y suculentos días del año engañan un poco, lo más perfecto está en el silencio y las humeantes casas de los pueblecitos de España en febrero cuando encienden sus luces para recuperar el placer del silencio y la dicotomía de la casa y su calle, el frío y el calor, el cobijo y la intemperie, la familia y los perros vagando mientras ladran sin parar.