Ir a un centro comercial supone ir a comprar a ver y a ser visto.

La sociabilidad en las grandes ciudades consiste muchas veces en ver personas, el estrés al que es sometido su habitante hace que necesariamente tenga que consumir, los centros comerciales ofrecen conforto, servicio y son un buen escaparate para satisfacer las necesidades públicas que los ciudadanos necesitan, que no van mucho más allá de lo meramente visual.

La oferta culinaria en São Paulo es vasta, tanto que uno de los reclamos más importantes de estos grandes conglomerados de tiendas es su plaza de alimentación, que mezcla el exotismo propio de las grandes franquicias con restaurantes más exclusivos a menudo replicando modelos de calle.

Un centro comercial supone, curiosamente, relajación, uno recibe servicios, los tiene que pagar, pero en principio con dinero es el dueño de la situación, esto, también produce placer, la semana invertida.

Volver a casa después de haber comprado algo, comido en un restaurante con el apelo buscado y paseado por sus corredores a modo de calle, de manera segura, exentos de ruido y limpios son un escenario típico para cualquier ciudadano de São Paulo, puede ofrecer un modelo criticable, en muchos sentidos, pero existen momentos en la vida de las personas que no da para profundizar demasiado por una cuestión de equilibrio mental.

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