Si la de Diego Maradona fue la de Dios, ¿de quién fue la de Cucurella? Esa mano fue una mano como Dios manda, con todas las de ley, extendida, un auténtico obstáculo de la física, una mano rampante, donde las haya, más clara que el agua. Pero para mí, que soy español, no. Según la French Theory, con Foucault, Derrida, Lacan y Deleuze, que abominaba de los hechos objetivos y consecuentemente de La Ilustración y todo lo demás, no existe la razón como un dato universal para averiguar qué ocurre en el entorno. El individuo y su percepción imantado con el otro individuo y su parecer en una especie de retórica infinita es la única manera de romper con el sistema de edificación racional de la sociedad, peligrosísimo porque estaba al servicio de la producción y su utilitarismo irreversible. Para evitar las verdades universales y este tipo de aberraciones era necesaria la llegada de otro parámetro cognitivo, mucho más individualista y moderno: nada es, sino lo que a uno. Por ello, la mano de Cucurella, desde mi humilde posición, y contrastándola con la de otros que también animaban a España, no me pareció mano del todo.
Mariano Haro
Siempre corría los domingos al mediodía después de misa y antes del arroz de paella y el pollo con patatas fritas, y siempre ganaba, por lo tanto, asistir por televisión el campo a través cuando corría Mariano Haro era como la segunda parte de la liturgia, una rutina que acababa bien, como lo era también el vermut de los hombres que precedía a la comida, la paga de los abuelos de después, el café copa y puro de los bares por la tarde, las chucherías de niños antes del cine parroquial, los atardeceres lentos y negros culminando el último día de la semana.
Parecido a mi padre porque tenía el pelo negro y la tez morena, un hombre típicamente español, probablemente mi primer idealizado pero cercano héroe de infancia.
Los mejores y querer ganar
Al final ganan los mejores y los mejores quieren ganar, no solo ser los mejores, los mejores, sin querer ganar no ganarían nunca y por tanto, no serían los mejores, pensando en la zozobra blaugrana de los últimos tiempos, quizá los barcelonistas confundan querer ganar con ser los mejores y piensen que los segundos no necesitan de lo primero. Y en esa están instalados hace rato. Y no hay manera. Porque no saben ser los mejores ganando.
¿Final de anuncio?
Es difícil una final del Madrid sin vértigo, ¿existe alguna como la de los anuncios de patatas Lays y Heineken?
Recuerdo a Pirlo con sus amigos atendiendo al entregador en cuanto su equipo marcaba el gol de la victoria, Pirlo, con esa cara anticuada de ojitos pequeños y reducida expresividad constataba que los accidentes son accidentes porque ocurren al azar y la nuestra, vida, es un sorteo permanente de azarosidades ante los cuales es inevitable sufrirlos con estoicismo. Perder finales de Champions o una Eurocopa es más que bastante como para ausentarse del guateque, no presenciar el momento histórico de tu equipo y qué más da.
En las últimas finales del Madrid nunca cupo reunión de amigos porque era para perderlas todas, mejor solo que acompañado para así no darle vida a las colectivas e inútiles lamentaciones consecutivas y más que probables, ese parlamento desagradable y desordenado que jamás rebobina la historia a pesar de, por momentos, creérselo.
Una discusión triste, inútil para ahondar con todo lujo de detalles en la tragedia (en una final solo cabe la tragedia o la épica, tocaba tragedia más que épica, porque la primera es racional y viene antes, la segunda no tiene explicación, es una vaga voluntad) y que encaminó a la soledad a mucho madridista que no tenía por qué pensar, a buena fe, que aquello acabaría bien.
Con el Dortmund se atisba una contenida tranquilidad, buena compañía y un final feliz.
Batalla perdida
Vinicius juega pero se distrae, el riesgo radica en que un día se distraiga y ya no juegue más, su batalla, contra maleantes, está perdida, porque los maleantes, suspenden todas ya antes de presentarse, los lugares comunes, la víctima, su color negro, las zonceras de siempre, no justifican ningún password para liarla, porque liarla liarla, a la hora de la verdad se la lía a su entrenador, compañeros y aficionados al fútbol, incluso hasta a los que le quieren bien.
Femenino
Surge la duda de si es lo mismo que el masculino, la lucha por la paridad erradica finalmente el mérito, y vuelve un socialismo, decimonónico e inevitablemente financiador (el 170% de lo que no genera, en sueldos), el de los que no ven a Nadal como un ejemplo, por ejemplo, hoy el femenino adolece de política, entendiendo a la política moderna como una empresa endogámica destinada a reproducir más políticos y naufraga en brillo, ha decidido transitar por las batallas culturales, y lo mejor está fuera, alrededor de los despachos, las mismas reglas para dos sexos con volúmenes no equiparables, generan circos diferentes y la comparación es inevitable, la Ventana de Overton nuevamente nos induce a pensar que un pico tuvo pecado cuando de lo que realmente se trataba era de ganar lo mismo que los del otro fútbol, y surge la duda de si el camino es el correcto cuando lo que se ventila no es crear una nueva realidad, aspirando a mejorar la anterior, sino la apropiación de la que ya está, en principio, condenable, es decir, a perpetuarla. Ininteligible y algo surrealista.
Tiro al larguero
Tiro al larguero
Vinicius Jr. corre y corre,
regatea y trastabilla;
insiste siempre, aun en el error,
y persiste porque no ve el final, acaso ni en el acierto.
Tanto y tanto corre y corre que a veces marca y otras veces, las más, se adelanta a su tiempo y al propio balón.
Pero la línea de banda, de tanto ir y venir, definitivamente se le quedó corta y será de esa estirpe que agiganta el campo y su figura.
Los grandes del fútbol son así, exagerados en todo, como Vini, y tienen la virtud de generar debates y nuevas, complejas y contradictorias perspectivas, incluso del fracaso.
A mí la penúltima historia de las suyas me alivió de lo insulso -por la derrota – del amistoso ante el Barcelona.
Vini tira desde los once metros, pega al larguero, pero insiste; y tira desde el ángulo y pega al larguero; pero persiste, y tira desde donde sea y el balón, caprichoso, pega de nuevo al larguero. Tanto afán pone que hasta sus propios compañeros se suman por puro apego a la suerte…
Derrota sin paliativos, diría yo. Fracaso ante un marcador de tres por cero. Pero Vini, por pura grandeza, lo convierte en debate y los demás, sus fieles, lo convertimos casi en acierto.
Pierdes, sí, pero ganas por lo nunca visto, que dijo Carleto: tres por cuatro tiros a gol que dan al larguero. Un marcador que tiene otra dimensión.
Alabado sea el genio…
El tiro al larguero jamás fue para los futboleros pequeños otra cosa que un uy de profundo dolor y tristeza. Pero hoy, mientras me relamo las heridas blaugranas, he recordado la vez que fui yo quien tiró el penalti al larguero y me he consolado pensando que aquel fracaso que me martirizaba, del que mis colegas todavía chancean, es lo más cerca que he estado del éxito.
Lo mío fue, sin duda, un buen tiro al larguero, como los de Vini.
Un tiro de genio. Uy…
Ídolos
Fútbol 2023
Sus métodos científicos de preparación física, la tecnología aplicada a las situaciones reglamentarias, la estadística conductual de los jugadores acumulada en banco de datos, el cálculo de probabilidades sobre eventos y la ingeniería de apuestas hace que esto se parezca más a una búsqueda de google direccionada por algoritmos que a un juego de azar donde a veces cabía emoción.
Luis Enrique el filófobo
Una cosa son las preferencias y otra las filias y fobias, al mismo tiempo, que son consejeras para encargar enemigos, habladurías y mal ambiente.
El filófobo es un espécimen que debería estar en extinción, pero como es fácil, se reproduce que ni para qué.
Menos mal que este, ya no está.