Quizá la clave esté en leer menos y más lento, en libros y no a través de redes sociales, lecturas buenas y de fuentes consolidadas.
Para así escuchar más y con conocimiento de causa, recuperar recuerdos profundos que puedan ser rescatados a tiempo para construir argumentos con sujeto verbo y predicado y morfosintácticamente canónicos, que provoquen al interlocutor y sienta una envidia retroactiva para superar el listón de la idea inusitada y el pensamiento bien diseñado.
