“Droga”, que em português tem conotação negativa e em espanhol pode expressar prazer ou paixão. Essas distinções revelam como a cultura e o contexto moldam o significado das palavras.
Es muy curioso cómo, siendo lenguas hermanas, el español y el portugués a veces no se parecen en nada. Ocurre, como otras veces he destacado, con la radicalidad de la colocación pronominal. En otros casos, el escenario más popular, los falsos amigos, nos muestra cómo palabras homógrafas u homófonas pueden significar cosas distintas. Esto generalmente despierta mucha curiosidad en el estudiante de español como lengua extranjera y es un buen gancho para destacar lo diferentes que son las dos lenguas (yo concuerdo solo parcialmente con esto).
Ser una droga, en portugués, denota algo rechazable, de baja calidad, una situación incómoda, algo aburrido,
Y hay palabras que van más allá: son aquellas que, coincidiendo en la misma estructura superficial (cómo se escriben), producen contrastes semánticos en la profunda (la realidad a la que se refieren).
En español, una droga es una adicción, y trasladado a ambientes no relacionados con los estupefacientes, se asocia con pasión,
Ser una droga, en portugués, denota algo rechazable, de baja calidad, una situación incómoda, algo aburrido, una rutina muy difícil de superar, un partido de fútbol sin goles o una clase de español sin sentido, por poner un ejemplo.
En español
En español, una droga es una adicción, y trasladado a ambientes no relacionados con los estupefacientes, se asocia con pasión, querencia o gusto. Por ejemplo, es una droga el trabajo cuando a uno le encanta lo que hace, lo hace con amor y vocación, se levanta pensando en comenzar su jornada laboral y al final del día se siente reconfortado porque sabe que es mejor que al principio. Lo contrario sería una mierda, por ejemplo, pero no una droga: estaríamos pensando en portugués de Brasil.
Independientemente de la droga (la escuché por última vez hace unos días en el Congreso del Español de Arequipa, al director de El Clarín —organizado por el Cervantes y la RAE—), cabe preguntarse por qué ocurre esto en un país y en otro.
Más significantes
En España, en Europa, el acceso, legal o ilegal, a estupefacientes es amplio; culturalmente se ha relacionado con movimientos sociales y políticos, por tanto, su estigmatización es menor. El acceso a esta realidad amplía el volumen de palabras que la nombran, e incluso los tabús disminuyen. Antiguamente, cuando la droga era un símbolo de liberación, su uso estaba más extendido, más liberado. Cuando las voces disonantes se enfrentaron a quienes defendían su uso a través de relatos psicológicos y de salud, aparecieron otros vocablos como adicción o adictivo.
Las patatas fritas de bolsa
Me sorprendió muchísimo cómo mi sobrino, en España, se refiere a las patatas fritas de bolsa como un alimento extremadamente adictivo, evitando el término histórico al que he hecho referencia. No deja de sorprenderme, porque yo utilizaría otros como “qué buenas son”, “cómo me gustan” o “no puedo parar de comer”.