Revista Vamos Contigo 235 - Expresión escrita y comprensión lectora
Segundo Villanueva / São Paulo, 11 de Setembro de 2022
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Segundo Villanueva / São Paulo, 11 de setembro de 2022
Tengo grandes amigos que abominan de los prejuicios. Uno de ellos se irrita sólo de mencionar lo poco que se lavan los franceses. Francia es Francia, y el individualismo francés es el culmen de la civilización. A mí se me hiela la sangre sólo de pensar que se pueda vivir de manera tan racional, pero supongo que Einstein en país debía ser Francia hoy. Almodóvar, que tiene el alma congelada desde hace tiempo, y le gusta hacer jeroglíficos con los escenarios, tiene sangre de muchos colores, y esto les encanta a los franceses. Bueno, pues Francia como culmen es un mito también. Ya no prejuicio. Los prejuicios, son a mal. Mi amigo, que me critica los prejuicios, franceses, y que me pide encarecidamente para no generalizar, generaliza con los nordestinos de São Paulo y con la frecuencia del Ibirapuera (frecuencia es un extranjerismo portugués que significa el tipo de gente que frecuenta algo) los domingos por la mañana, prefiere el shopping Frei Caneca y vive en los Jardins. Es imposible, cuando menos te lo esperas, salta la liebre. Sólo para acabar con los franceses (con el asunto de los prejuicios contra franceses): la verdad es que conviví mucho con ellos. Y no noté nada raro. O el mito era puro algodón dulce, o yo olía igual de mal. Comí mucho petit gateau en la playa (vendidos por andaluces) y las mejores frites de mi vida (dicen que las mejores de las mejores están en Bélgica, puede ser otro prejuicio). Vi por primera vez que no todos iban a misa, incluso había alguno que iba, conviví con expectación con culturas diferentes, sobre todo musulmanes, y en aquella época empecé a percibir lo que hoy acabo por conferir, la imposible asimilación de la cultura de civilizaciones que mi Zapatero de España quiere (quería, estoy reescribiendo esto después de casi 10 años) promover en todos los sitios, sobretodo aquellos que le pillan más lejos: las palizas eran frecuentes. El grado de violencia de los instructores con los musulms de la periferia parisina yo nunca lo había experimentado antes. Una vez fue en público, en medio de la playa. Aquello fue un escándalo. En España no pasaba, porque no había.
En medio del tráfico prejuicioso de São Paulo da para pensar en muchas cosas. Casi todos los conductores me dan lecciones y tomando una balanza y colocando las buenas acciones que yo hago y las que me hacen, salgo ganando siempre, es decir soy peor que cualquiera. Si a un paulistano le preguntas sobre el tráfico en São Paulo te dirá que "es un horror" ignorando que él forma parte de ese horror, y que si otros, a su ejemplo, no estuvieran, el tráfico en São Paulo sería de los mejores. Yo, al contrario, me doy vergüenza a mí mismo y vuelvo a casa siempre con déficit cívico. Fui peor de lo que mis colegas de tráfico lo fueron conmigo. Y me pregunto por qué: falta de confianza.
Alain de Peyrefitte fue una mente privilegiada. Francés. Fue ministro con De Gaulle y posteriormente parlamentario. Una vez que el materialismo histórico no consigue explicar el tráfico de São Paulo, tuve que buscar otras alternativas. La alternativa es la sociedad de la confianza. Peyrefitte, al que supongo que los intelectuales del burgo y los actores y actrices franceses y por ende, españoles lo calificarán de facha (como teta, culo, pedo, pis), aboga por las relaciones bilaterales. Una relación bilateral puede ser un ejercicio de liberalismo personal. Quizá por eso los militantes de izquierda, funcionarios públicos y similares extenderán sus mantos de prejuicios pero lo que está claro es que el jeitinho de confianza entre los conductores de la gran metrópoli está bien por encima de las normas y jeroglíficos llenos de la mala sangre que las multas de los amarelinhos se empeñan en normativizar y que no funciona. El neoliberal tráfico de São Paulo, donde el papel ha dado paso a la irrupción del conductor persona, es una vuelta a los orígenes, al "tête-à-tête". El tráfico de São Paulo es mucho más humano que cualquier otro de cualquier parte del mundo. La sociedad de la confianza de Peyrefitte va sobre ruedas.
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