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Aprender um idioma exige um percurso interior de seleção e compreensão. Esse processo só se completa quando o aluno transforma a realidade em linguagem e a compartilha com o outro.
La trampa de las abstracciones
Existe la posibilidad de trabajar con abstracciones, aunque estas pueden convertirse en una cortina de humo que evita asumir responsabilidades. Una abstracción es un ejercicio distante de la realidad, mecánico y repetitivo. Lo positivo es que el alumno escribe, objetiva el conocimiento y materializa, de algún modo, la adquisición de la lengua española. Sin embargo, no organiza ninguna idea.
El miedo disfrazado de gramática
Cuando un alumno realiza numerosos ejercicios y se sumerge de manera excesiva en la gramática, es probable que esté apresado por el miedo. Ese miedo se manifiesta como la negación de la exposición, que es el escenario más propicio para aprender un idioma.
No debemos olvidar que aprender una lengua consiste, en gran medida, en apropiarse de una repetición de sintagmas prácticos, tal como hacemos desde niños. La realidad es mucho más amplia que una estadística generada por una IA o que una colección de ejercicios sistemáticos sobre el Pretérito Pluscuamperfecto Compuesto. Aun así, hay alumnos que consideran que un “baño de ejercicios”, porque así se hacía antes, es el camino adecuado. Tengo mis dudas.
El viaje interior del aprendiz
Para aprender un idioma es necesario emprender un viaje interior. No todos los alumnos perciben los matices de un profesor experimentado de la misma manera: algunos arañan con curiosidad cada idea; otros escuchan en silencio el decálogo del maestro, lo aceptan, pero no comprenden que hace falta ese viaje hacia el centro de uno mismo para decidir qué seleccionar entre toda la parrilla de conocimientos ofrecida.
Del interior al mundo
Pero ese viaje interior no basta. Debe servir como preparación para el gran momento: la conexión de cada uno con el ecosistema exterior. La realidad que se despliega ante nuestros ojos no es nada si no podemos convertirla en lengua. ¿De qué sirve el gran teatro de la vida si no sabemos nombrarlo?
La comunicación como destino
Y más aún: ¿de qué sirve ese gran teatro si no somos capaces de compartirlo con el prójimo? El verdadero desafío es interpretarlo mediante sintagmas, palabras y verbos, para no solo comprenderlo, sino también contarlo a quien tenemos delante, a un interlocutor.
Del ejercicio sin alma a la lengua viva
Solo entonces se completa el proceso comunicativo y la apropiación de la lengua: lo real frente a lo abstracto, el coraje de aprender lo que está vivo frente al escenario desligado de la realidad que es un ejercicio sin alma.
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