Revista Vamos Contigo 210 - Expresión escrita y comprensión lectora
España Aquí, Cursos de Español / São Paulo, 28 de Março de 2017
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SEGUNDO VILLANUEVA, São Paulo | @cursoespanholsp | São Paulo, 28 de MARÇO 2017
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El otro día se me durmieron los alumnos en clase y lo hicieron de varias maneras. Unos se postraron encima del pupitre abrazando su cabeza igual que cachorros perezosos. Otros decidieron besarse y retozar detrás de las jabuticabeiras que había del lado del pasillo, me pareció recordar una a mi derecha y otra a la izquierda, daba para ver sus brazos y piernas saliendo de ambos flancos de la arbórea, verde y rosa a la vez, como si fuera articulada. Otros protestaban airadamente en el fondo riéndose como diciendo, qué dice este tipo, antiguo, carca, payaso.
Descontrol
Cada vez la sala estaba más agitada e incontrolable y eso me acuciaba un nerviosismo que impedía contrarrestar el terror de la desbandada y el desorden casi político al que estaba llegando el entrópico salón, como cuando alguien quiere correr durmiendo y no sale del lugar, y la impresión que tuve en esos larguísimos 10 minutos que duró el tormento era que con el tiempo solo empeoraba pues para complicar las cosas la sala era gigantesca, parecía de universidad, nada familiar.
Inseguridad
Nunca tuve la oportunidad de leccionar en un espacio tan abierto, y eso ya me provocó inseguridad al inicio, como cuando a un niño se le ausentan los padres en medio de la calle, por ejemplo, y el demonio, esto fue cosa del demonio, ese monstruo con rabo en punta que flota a la derecha o a la izquierda de nuestra cabeza según se mire, a ciencia cierta que pensé que me la puso, la sala, delante, para hundirme haciéndome creer de manera engañosa que pudiera lucirme o que sería un homenaje quizá a tantos años de clases, para que al principio lo que sería pesadilla me la creyera verdaderamente sueño, con la única y perversa intención de que cayera más hondo.
Sueño y pesadilla
El sueño disfrazado de pesadilla que se fue convirtiendo rápidamente en lo segundo, al principio me hizo sentir mayor de lo que nunca me había sentido antes, magistral y grande, pero cuando tuve la idea rápidamente caí en la realidad, todo sueño hasta aquí, y los planes diabólicos del demonio se cumplieron a la perfección. Los alumnos se marchaban como granos de un racimo de uva, indiferentes, provocadores, lacónicos, impiedosos y crueles.
Mi salvación consistió en que mi subsconsciente descubrió no mucho después, en un aviso para navegantes, la trampa detrás de la sombra del rabo puntiagudo, entonces apliqué un poco de conciencia en la inconciencia y decidí matarlo, al sueño y despertarme. Quizá la enseñanza que extraje de él, después percibí que a lo largo del mismo había respirado peor, es que una clase de español debe darse en una sala pequeñita y entre pocos, sin jabuticabeiras en el medio y sin estrados que le alejen a uno de los alumnos, todos muy juntitos, como si fuéramos una familia o un conjuntito de amigos pasándoselo chévere.
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