El espectáculo del otro día en el Parlamento fue enorme.  Los diputados, la mayoría, se comportaron como algo diferente a lo que se supone que los diputados son, sobreactuando, inflando la vena, irguiendo el brazo, apuntando con el dedo, escupiendo, soltando frases hechas, jurando por Dios y la familia, insultando, defendiendo lo indefendible, hablando de golpe. Enfrente, Eduardo Cunha, que todo lo aguanta, permanecía impasible ante su circo, lo sabe hacer muy bien, probablemente esté sucio como Dilma y sobretodo Lula, y esta carrera enseña a aguantar lo que le echen. Ese postureo del político brasileño molesta profundamente.  Los políticos de Brasil, cuando adoptan el rol populista que tienta a cualquier político del mundo, llegan a ser tan falsos que producen vergüenza ajena.  

 

Dilma, todo indica, fue connivente y no se puede ser así.  Su pasado ya hacía fruncir el ceño. Salí de una región donde al abrir la ventana uno se encontraba una diana, serpientes, pistolas y frases escritas, “tú serás el próximo”, y cuando lo recuerdo enseguida me viene a la cabeza el Che Guevara y por extensión todo lo que se le parezca.  No lo puedo evitar, qué le voy a hacer.  Siento desconcierto cuando veo una simple camiseta del Che por las calles de São Paulo.    

 

Dilma es antipática y no se entendió con la mitad de los partidos, le faltó política, algo que no usa, nunca lo hizo.  La economía va mal y los poderes fácticos no la quieren, comenzando por la FIESP, que pinta mucho, cómo no va a pintar.  Y en su gestión se robó más de lo debido, Mensalão, Petrobrás y Lavajato.  

 

Lo de Lula no tiene nombre.  Es como Maluf en Presidente, a todos nos gustaría ser Maluf, pero somos algo más tontos que él y no llegamos. Animal político, probablemente el más brillante de toda la historia reciente, van a por él y van a acabar con él si la salud no se cruza de por medio. 

 

Curiosamente después de la sesión circense, el pueblo está más ataráxico, como más leve.  Tenía ganas de decirle al César lo que sentía, pero parece ser que a la manera del pueblo, nivelado por el suelo.  Quizá el pueblo brasileño no lo hubiera hecho diferente a sus excelencias el domingo pasado en el Congreso.  Quizá no tengamos que reprocharle a Tiririca, uno de los más comportados, que sus colegas se hayan tomado al pie de la letra su pasado, y lo de Brasilia, como dijo De Gaulle, no hubiera sido de otra manera que la que fue. 

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