Ensinar espanhol no Brasil exige entender as diferenças culturais, históricas e linguísticas entre os países. A influência do portunhol, a improvisação linguística e as estruturas distintas entre os idiomas moldam o desafio. A España Aquí investiga e adapta o ensino ao perfil do brasileiro.
Enseñar español en Brasil exige tener en cuenta un perfil sociolingüístico de nuestros alumnos muy particular.
En primer lugar, existe una reacción histórica hacia la lengua española que se inspira en un contexto hispanoamericano tradicionalmente convulso. Parece que los hermanos que rodean a este vasto país nunca lograron un período prolongado de estabilidad política, económica y social. Esto genera desconfianza, muchas veces explícita en conversaciones informales, aunque no exclusivamente.
En segundo lugar, la cercanía entre los idiomas y la característica brasileña de sortear situaciones para viabilizarlas de maneras alternativas. En ciertos momentos, esta solución es válida; sin embargo, si se convierte en un modus operandi, el desgaste aparece, ya que se inicia un período de baja productividad al tener que corregir errores que normalmente estarían previstos con una buena planificación (hablar como sea versus aprender de manera sólida considerando los ciclos de fluidez deseados). Es el famoso “portunhol”. Algunas personas lo mencionan con orgullo e incluso con cierto desprecio, otras con vergüenza, y otras —cada vez más, diría yo— hasta con molestia. Buscan una representación institucional de la empresa a la altura de las circunstancias, incluso una representación propia dentro de ella. Uno es lo que come, pero también —me atrevería a decir— uno es lo que habla y cómo habla.
En tercer lugar, la estructuración de la realidad entre el portugués y el español es diametralmente opuesta, a pesar de ser lenguas hermanas, romances, provenientes del latín (aunque, si se hace un análisis profundo, parecería que no provienen del mismo padre y madre). El portugués es radicalmente nominal, involucra a la persona y prefiere sintagmas, frases compuestas, especialmente en las conclusiones. El español, en cambio, no considera a la persona en un primer momento, y su radicalidad se demuestra en su carácter pronominal, en el uso de los deícticos (ME LO dijo, estoy escuchándoOS, o diciéndoOSLO). Primero apunta, luego pregunta, siempre haciendo referencia a un momento anterior del discurso. Esto implica no solo una estructura y visión de vida diferente, sino también rasgos comportamentales naturales. Los españoles o argentinos no se verían como groseros o impacientes si se tuviera en cuenta este tercer punto, así como ellos tampoco considerarían a los brasileños enigmáticos por no interrumpir el discurso en una típica y acalorada discusión porteña (¿esconde algo el paulista cuando calla?).
Estos y otros desafíos nos estimulan y nos entusiasman. La investigación, el estudio y el análisis regional del aprendizaje del español en Brasil (no olvidemos que una segunda lengua se aprende desde la primera) son una de las marcas más fundamentales de España Aquí.