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Os momenticos são experiências breves e intensas, impossíveis de repetir, que ganham valor justamente por sua fugacidade. Em Pamplona, esse instante se vive antes do chupinazo de San Fermín, entre amigos, comida e bebida. É um momento carregado de afeto, celebrado como um pequeno tesouro cultural.
Hay un refrán español que afirma que si lo bueno y breve, dos veces bueno. La curiosidad forma parte del ser humano. Investigar y experimentar nuevas sensaciones, sabores o lugares es algo natural porque regenera los sentidos, con la distancia y la variedad es posible apreciar la diferencia, incluso reconsiderar viejas opiniones sobre lo viejo conocido. Reflexionar sobre lo vivido, sea mucho o poco, hace crecer el bagaje de la experiencia, las opiniones son más sólidas, es la autoritas acerca de la experiencia personal vivida.
Se puede también realizar una incursión en el conocimiento por extensión, algo menos cualitativo. Por ejemplo, cuando se viaja a un número indeterminado de países en un número muy limitado de días. La sensación es una, el conocimiento, probablemente es escaso, como el descenso en el móvil de las publicaciones de una red social cualquiera, algo adictivo pero extrañamente productivo al final.
El momentico
Los momenticos consisten en experiencias fugaces pero intensas, únicas e irrepetibles, tanto, que repitiéndolos siguiendo las condiciones normales puede que no ocurran de la misma manera. La persona es plenamente consciente de que jamás ese instante puede volver a repetirse, lo cual lo hace exclusivo e intenso, sabiendo que su propia evolución al mismo tiempo está labrando una muerte prematura e inevitable.
Esa conciencia del placer y la muerte hace del momentico en Pamplona un hecho cultural muy característico en los momentos previos al chupinazo del día 6 de julio que preceden a las fiestas de San Fermín. Las cuadrillas, acicaladas de blanco y con los pañuelos y cintos rojos se juntan en la calle almorzando y compartiendo comida y bebida alrededor de las 10h00 de la mañana, justo dos horas antes de oficialmente darse inicio a las fiestas.
Este espacio temporal es tan apreciado que se le aplica de manera automática el diminutivo, como a una buena comida de la madre, una característica del lenguaje que indica cariño sin renegar de lo entrañable.
Lo que ocurre después se relaciona más con los viajes intensos, experiencias forzadas y pasajes de exceso y voracidad y consentimiento.
