Escribió Rayuela dibujando tiza en el suelo, fue traductor de Edgar Allan Poe y sus cuentos tienen una línea cronológica que parecen palpitar al compás de un diapasón, en numerosas ocasiones se recluyó en un clima de guerra vital, siempre calculado, como sus Cronopios, pero siempre consiguió sobrevivir sobre la bocina, el hombre no sabe hasta dónde puede aguantar, siempre me recuerda mi padre.
Un tipo retraído, un bicho raro, un ratón de biblioteca, un gigante con gigantismo que nunca gustaba de mirar a la cara y cuando lo hizo, era por obligación. Y con algo de desconfianza. Fumador empedernido consideraba el cuento como un éxtasis, el elemento sorpresa según el profesor Bernardo Gurbanov es algo inherente a los buenos de este género, la novela se anquilosa en los puntos, gana la superstición del juez, es decir, el lector.
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