Leer
O texto reflete sobre as desconfianças que se despertam em relação a certos comportamentos sociais: os que falam demais, os abstêmios e, especialmente, os simpáticos. A simpatia é vista como algo muitas vezes forçado, movido por interesses ocultos. O paulistano, por sua natureza oscilante, não é nem simpático nem antipático de forma constante. A “simpatia de elevador” é citada como a mais falsa, imposta por convenções. No fundo, todos parecem aliviados ao escapar dessas interações forçadas.
Alguien decía que había que sospechar de los que hablaban mucho, que no era necesario darle tantas vueltas al asunto, y que las cosas eran más fáciles que todo eso, sobraban por tanto la mitad de las palabras, una absoluta pérdida de tiempo.
Otros afirmaban categóricamente que de quien había que sospechar era de los abstemios, no existía ni uno interesante en la faz de la tierra con esta condición. Beber resaltaba otra dimensión del ser humano que no aparecía con el agua o los refrescos, por ejemplo.
Otros, los más radicales, entre los cuales quizá me encuentre, fundamentan sus sospechas en los simpáticos, pues no se encuentra ningún motivo razonable para serlo y si se es, es por algo, normalmente instigado por un interés velado (vender algo, convencer, engañar o arrejuntarse con urgencia), y que relega la amabilidad a pura estrategia, algo maquiavélico, un lobo con piel de cordero.
No se puede definir al paulistano como antipático, es decir, libre de toda sospecha, pues solo los simpáticos son de armas tomar, según la categoría anterior, ni simpático, pues hasta hoy nadie ha conseguido serlo por largo tiempo ya que la vida cambia todos los días y esto, al ser un estado de ánimo, va de la mano. Por tanto, un día puede, según los cánones clásicos, y otro, no, lo cual no le catacteriza como un tipo agradable al fin y al cabo. Pero tampoco desagradable, la verdad sea dicha.
De todas las simpatías, siguiendo el hilo, todas impostadas, la más condenable es la del ascensor, donde muchas personas confluyen inevitablemente subiendo o bajando pisos y no tienen más remedio que comportarse bien, rebien cabría decir. cediendo el paso, deseando un buen día o preguntando por el tiempo o los hijos o acariciando sin permiso al perro. Hasta que se abre la puerta y cada cual huye despavorido a su trabajo o vete a saber dónde, qué más da, con alivio, se puede asegurar.
Escuchar
Download
Se deseja, faça o download do teste desta atividade aqui