El pragmatismo en la enseñanza de lenguas implica sumergirse en una realidad cargada de matices, descrita a través de palabras, adjetivos, verbos, pronombres y adverbios, todos organizados en frases o sintagmas. Esta realidad es extraordinariamente compleja: aunque sea la misma para todos, nunca es descrita exactamente del mismo modo por dos personas.
Para aprender un idioma, es indispensable acotar esa realidad, porque resulta imposible abarcarla en su totalidad. El perfil profesional del alumnado influye de manera directa: los médicos tenderán a orientar las clases hacia un enfoque técnico, o a hablar más durante las épocas en que la gripe suele presentarse; los químicos, por su parte, aportarán sensibilidad hacia los componentes de superficies, pinturas de automóviles o fórmulas de medicamentos compartidas entre colegas. Quienes provienen del ámbito financiero probablemente opinarán sobre políticas públicas, o sobre la fluctuación de las tasas interbancarias.
Todo ello sucede en aulas con apenas 7 alumnos, deseosos de desarrollar sobre todo la competencia oral, como antesala de una aplicación real en su entorno profesional.
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