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Cumpleaños feliz (I)

Revista Vamos Contigo 234 - Expresión escrita y comprensión lectora Segundo Villanueva / São Paulo, 02 de Julho de 2022

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Segundo Villanueva  / São Paulo, 02 de julho de 2022

 
Cuando a uno le llegaba el Santo le hacían una fiesta al estilo de las fiestas que se solían hacer cuando a uno le llegaba el Santo. Es decir: naranjada, limonada, cortezas, gusanitos, gominolas, almendras, cacahuetes con cáscara, avellanas, cebollas, pepinillos en vinagre y churros con chocolate.
 
Las madres preparaban un montón de chucherías en platitos de plástico y rellenaban las mesas de comidas que no eran comidas sino reclamos para que nos pusiéramos alguna cosa en la boca sin importar qué estábamos comiendo.
 
La comida se vestía de fiesta y no tenía ni orden ni concierto. Las mesas de cumpleaños eran cuadros cubistas en lugar de precisas y calculadas invitaciones a la mesura y discreción renacentista de los almuerzos entre semana.

- Para que se lo pasen bien los chicos

Era comida para que nos lo pasásemos bien.

- Había otra que era para pasarlo mal.
- No, quién te ha dicho eso.
- Si una era para pasarlo bien, debía de haber otra todo lo contrario.
- No necesariamente…
 
Esa comida era comida para jugar, y no era comida para comer. La comida para comer, la del día a día, tenía un color invariablemente marrón, o de cualquier color, pero tirando a oscuro. Yo nunca vi una comida naranja o amarilla, o roja, o verde claro un día de labor. Los días de labor eran días solícitos para las alubias, la carne de cerdo o las naranjas invernales, que eran medio salvajes, medio verdes, medio amarillas, amargas de llorar. Pero la comida de cumpleaños, no.
 
(seguirá)

 

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