Sarrià, 5 de julio de 1982

“Brasil impone su fútbol-arte ante una Italia sin ideas”

Bienvenidos a la ucronía futbolística. Este es el final de un largo artículo publicado en la fabulosa revista JotDown.

Brasil prosigue su triunfal sendero de éxito en este Mundial 82 después de imponerse con claridad y brillo a una gris Italia que no pudo contener la creatividad de Sócrates, Zico y compañía. Al Pelé Blanco le faltó la pareja de baile que en el partido anterior torturó a otra estrella, Maradona: Claudio Gentile. En realidad no le faltó: Gentile se fue expulsado a los cinco minutos tras una entrada con las dos piernas por delante que pareció que dejaba a Zico sin Mundial. Sin Gentile, Italia tuvo que tirar de Orialli para hacer funciones de apagafuegos que no conseguían neutralizar la fuerza y el arrojo de los brasileños. Sócrates no tardó en hacer gol al rematar ajustado al primer palo un disparo que no pudo atajar Zoff tras internarse el canarinho en el área por la derecha y dejando atrás, gracias a su zancada, a su par. Era el minuto 12. Unos minutos antes, Paolo Rossi había errado inexplicablemente delante del meta Valdir Peres. El delantero de la Juventus será recordado por dejar pasar una oportunidad única de demostrar por qué fue seleccionado para el Mundial, y además, como titular. En realidad habría que preguntarle a Enzo Bearzot, el entrenador que nunca supo sacarle jugo a su equipo y aun con el gol en contra se metió atrás a esperar a Brasil. Enseguida Falcao se encargó de dejar el marcador franco para los brasileños antes de que se lesionara Serginho Chulapa, delantero desafortunado ante el gol, para dejar paso a Roberto Dinamite, que redondeó la faena al convertir los únicos dos balones que le llegaron en condiciones al área. Con rematadores así es normal que Brasil lo haya tenido fácil: el resto es puro juego de salón, combinación, toco y me voy, una gloria que jamás será olvidada por imponerse a la rácana propuesta italiana. Nadie duda ahora de que, con permiso de Polonia, Brasil llegará a la final de un mundial para intentar llevarse un trofeo que ya lleva su nombre cincelado en oro”.

Si todo fuese así de fácil no hubiéramos escuchado a Telé Santana diciendo, tras su última gesta al frente del Sao Paulo en el 92, después de ganar la Libertadores y luego la Intercontinental contra el Barcelona de Cruyff, que “estoy harto de que me dijeran que con lo del 82 se acabó el fútbol-arte. Este Sao Paulo ha demostrado que no es cierto”. Ni tampoco trendríamos que recordar aquella frase a pie de campo del doctor Sócrates, que en paz descanse, como un epitafio: “Mala suerte y peor para el fútbol”.

Porque, visto en la distancia, queridísimo Sócrates, quizá fue hasta mejor. Muerto el 82, el 86, el 90, también el 94 y así hasta el 2008, el fútbol esperaba, como pareció pedir en el 82, un cambio de ciclo. Otro que también llegó desde el sur de Europa, pero no de Italia, precisamente. Estamos seguros de que Telé Santana y Sócrates que en paz descansen, estarían orgullosos de ver y guardar en videoteca un partido que se jugó en Kiev hace unos días. Y con Italia en el campo, por cierto. Es hora de abandonar el luto.

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