Sin el jolgorio de los graderíos, imposibilitados de recrear escenas para la galería, inutilizado el márketing, probablemente estemos, finalmente, recabando jugadores terrenales.

Son lo que son, es lo que hay.

Puro juego, una línea limpia donde la estrategia y el espíritu competitivo prima sobre la instauración de la adrenalina impostada de la representación, el jugador recuperando su soledad y a través de la individualidad, el espíritu de equipo, absorbiendo neutralmente las imposiciones del patrón, su entrenador, como cualquier otra empresa, bien lejos de las interferencias fantasiosas y aleatorias que sobrevenían cuando en los estadios había gente.

Surge el profesional, aparece el hombre, turbinando estrategias, el fútbol crece como maniobra, por primera vez lo dejan en paz, pensando.

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