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Siento que cada año que pasa el país se vuelve más violento, no solo por las muertes, 155 por arma de fuego diariamente (un día Brasil considerará a sus muertos desde una dimensión europea y las cosas quizá empiecen a ser diferentes, como en Barcelona, agosto 2017), sino por el desapego evidente que los ciudadanos tenemos entre sí fruto de la desconfianza, la sospecha y el sentimiento compartido en relación al otro de que la estructura está montada para que nos saquemos provecho a las primeras de cambio cuanto más mejor.  El tráfico, los correos electrónicos mal escritos, la falta de palabra, los compromisos fallados o diluidos en el olvido,  la mediocridad de nuestros servicios, todo ello produce desasosiego, además, la falsa imagen que los medios de comunicación, los Gateholders, aquellos que se apegan a los centros de poder como medio de perpetuación, (una de sus misiones es defender los valores más preciosos del hombre, no auspiciar al poder mucho menos sin razón), nada ayudan para cambiar la situación,  inundándonos con programas de variedades o sesgando los informativos al final obviando la cruda realidad del país, que no  es otra que su falta de credibilidad.