Estimado Haddad,

 

Te deseo toda la suerte del mundo, no debe de ser fácil agradar a todos en una ciudad tan grande como São Paulo.  A final de cuentas, pienso que no lo has hecho mal del todo y has pasado una imagen de modernidad, o por lo menos lo has intentado, otros no lo consiguieron. Para que las acciones sean efectivas, quizá sean necesarias transformaciones más profundas.  De cualquier manera, te tengo que decir algo que nunca hice anteriormente, y reclamarte el poco caso que me deparaste como conductor a lo largo de estos cuatro años de aprietos en los que he tenido que administrar tus decisiones siempre desfavorables, te parecerá increíble, a mí y muchos como yo, sufrido conductor de São Paulo, en los que he tenido que soportar todas las trampas que la ciudad me esconde de múltiples y numerosas formas, muchas de ellas, casi todas, o todas, por tu decisión.  

 

Me explico, sin acritud, pero me gustaría que tuvieras esto en cuenta para las próximas elecciones,  y es que no puedes apretar tanto a unos para hacer que las cosas funcionen.  Estamos en la ciudad donde los coches valen casi un 40% más que en cualquier parte del mundo, para llegar siempre más tarde que en cualquier otro lugar del mundo también por la dificultad en recorrer el kilómetro más colapsado también probablemente del mundo.  Por si no bastase, no nos permites usarlo un día por semana, pero tampoco me das un descuento por ello en los autobuses o en los taxis a modo de detalle.  Si un día no lo hago, por lo que sea, o me olvido, como ayer, me pones una multa suculenta a través de los innúmeros radares que me acechan impúdicos, ridículos por el número y traicioneros, que abundan por la ciudad, un número que denota auténtica obsesión, casi enfermedad, dolencia diría, no cabe otra, y que probablemente contrajiste cuando decidiste “apretar”, como confesaste en la campaña para tu reelección y que probablemente no fue del todo feliz.  

 

Te tengo que decir que no se puede apretar siempre a los mismos con el riesgo de que se vuelvan violentos, y como decía Paulo Freire, convertirse en oprimidos, con la amenaza también de que cuando se vuelvan las tornas, se transformen en opresores.

 

Tengo que añadir también que además de quitarme días, de cobrarme más, de punirme como si fuera un delincuente, (esta sensación de sentirme delincuente es algo que los políticos brasileños deberían repensar porque nunca en ningún otro país tuve esta sensación tan diáfana con policía, algunos jueces laborales, alcaldes, fiscales o estudiantes de políticas públicas) hasta me quitaste el carnet de conducir, el cual tuve que recuperar como pude.  Además de todo esto, va y se te ocurre recortarme las calles por donde utilizo mi coche cuando me dejas, a la hora que me dejas, los días que me dejas, a la velocidad que me dejas, con el precio que me pones, limitándome el ancho, incorporando carriles bici que todavía más nos dificultan la vida y por consiguiente hacen más caros los impuestos, la gasolina y las multas que pago.  

 

Me gustaría saber, estimado Haddad, qué hiciste por los conductores, qué hiciste por mí, además de hacerme sentir culpable de todos los males de la transitabilidad de nuestra querida ciudad, ya que como político de mirada amplia, multicolor, era para gobernar para todos sin apretar a nadie más de la cuenta,  además de decirme que todo estaba mal, y como sé que vas a responder, que nada, para eso, tuviste 4 años, y nada vi, me gustaría saber si por lo menos tendrás un detalle ahora que estarás más tranquilo y me regalarás un clavel rojo, una flor que me apasiona y un color que te priva, a mí también, en clavel, uno, un clavel, rojo, un detalle, un solo detalle de cariño basta, me quedaría feliz y hasta podríamos discutir la estrategia para la próxima.  Con esto, te puedo asegurar que el mal sabor de boca que se me quedó con tu salida estaría prácticamente resuelto. 

 

Estimado Haddad, la vida, como sabes, se resume siempre en detalles, y a veces muy pequeños. 

 

Con respeto y agradecimiento, se despide un pedigüeño más, 

 

Segundo Villanueva