Cansino, qué palabra deliciosa.  No sé si la habréis escuchado alguna vez, a mí me la dijeron muchas, principalmente mi abuelo.  Cuando me obsesionaba por algo, lo cual me llevaba a impacientarme y perseguirlo con cierta infantilidad, él se echaba a reír, asentaba con su cabeza medio riéndose y soltaba un -Vale, vale, cansino, más que cansino.  Cómo me gustaba verle reír de esa manera… quizá hoy reproduzco muchas situaciones como esta para que mis padres me la digan, una manera de rescatar lo que de peter pan llevamos todos escondido en algún lugar de nuestra personalidad y que es muy difícil mostrarlo a los demás por varias razones.

 

El cansino es aquel que insiste, no razona muy bien, persigue lo que quiere, es obcecado, persistente, no atiende a razones… y al final no se da nunca por vencido. Llega a veces a depararse con su propio fracaso a pesar de las advertencias de los que le rodean pero le da igual. 

 

Aquí tenéis una acepción más neutra de la RAE que puede completar vuestra apreciación, pero percibir que la acepción que nos incumbe es la tercera.