El otro día me dijeron que corría el riesgo de ser tomado por antisocial al no tener una cuenta activa en Facebook.  Me llamó la atención el hecho de que la afirmación se centrara en la consideración y no en el estado mismo de la antisocialidad.  Eso demuestra una vez más que vivimos en un mundo ajeno a la carne, pura imagen, de nuevo Orwell 1984 o la Caverna de Platón donde lo fundamental era el reflejo de las cosas más que el estado de las mismas, lo cual cuesta Dios y ayuda saberlo, dicho sea de paso. 

 

Pongo un ejemplo.  Desde hace algunos días vengo espiando, mal hecho, todos lo hacemos también, venga, a un tipo al que conocí hace algunos años pero no tengo más contacto. Por sus posts pude deducir que había finalmente encontrado su pareja ideal, colocaba textos con cierta licencia poética inclusive, era capaz de recabar en el seno familiar con frecuencia y de una manera harmónica, y profesionalmente frecuentaba marcas reconocidas que se suponía procuraban sus servicios, esto es lo que deduje. Un hombre moderno, equilibrado en los tres o cuatro puntos cardinales que se suponen sustentan la vida de cada uno de nosotros. 

 

La semana pasada me deparé con la verdad.  Resulta que su pareja lo tuvo que despachar por la imposibilidad de soportar sus constantes y destemperados cambios de humor, sus reuniones familiares son protocolarias y ciertamente forzadas y su desorden financiero muestra a alguien totalmente descontrolado. 

 

A mí me gustaría que todos los alegres muchachos del Facebook aparecieran un lunes por la mañana a la entrada del trabajo para contagiar de positivismo al mundo que sugiere la caverna de Platón y nos explicaran a ver cómo lo hacen para poder hacerlo también los que no tenemos cuenta en Facebook.